Maldita Suerte: Colin Farrel arriesga y gana

maldita suerte

En resumen...

Estamos ante una película esencial dentro del catálogo de Netflix que dará que hablar en premios para Farrel con toda seguridad. No es una película sencilla. Es arriesgada por el estilo y por lo que cuenta, pero aún así la apuesta sale bien esta vez, y es que cuando se juntan las mejores cartas detrás y delante de las cámaras, no es cuestión de suerte. Es una pura experiencia cinematográfica.

La balada

Maldita Suerte comienza con una voz en off que no volvemos a escuchar en el resto del relato. Ni falta que hace. Lo que sigue es una sucesión de escenas y situaciones que nos transportan, con cierto misticismo asiático durante la noche de los muertos en Macao, a lo que parece ser el punto más bajo de Lord Doyle, un ludópata que se refugia de la justicia agobiado por las deudas, las perdidas y los ultimatums.

Creo que es una representación extremadamente intensa de la ludopatía y te sitúa en la posición de un tipo que no para de justificar esa última partida que lo cambiará todo, aunque nunca ocurra. Esa situación de aparentar lo que no eres, aunque todo el mundo puede verte desde fuera.

Colin Farrel en una de sus mejores interpretaciones nos lleva a la piel de ese ludópata timador por las calles de Macao y sus luces parpadeantes. Con una dirección y fotografía que juega a la sobre-saturación y al exceso, no por un lucimiento personal del director, si no por que es lo que pide la historia y el nivel de desquiciamiento del protagonista.

Es un cuento, una balada, como menta su título en versión original que no te suelta en ningún momento. Que te tiene atrapado por esas noches lluviosas y húmedas que se reflejan en el sudor constante del protagonista.

Ese encuentro con otra adicta, otra timadora que presenta dinero a otros para conseguir pagar sus propias deudas en una especie de estafa piramidal que no puede terminar bien. Alguien que se cruza con Doyle y termina convirtiéndose en algo esencial para el propio protagonista. No contaremos detalles por si alguien no la ha visto aún, pero toda esta trama, que es la central de la película está tan extremadamente bien escrita que sólo queda perderse entre las imágenes que nos la presentan.

Estamos ante una película esencial dentro del catálogo de Netflix que dará que hablar en premios para Farrel con toda seguridad. No es una película sencilla. Es arriesgada por el estilo y por lo que cuenta, pero aún así la apuesta sale bien esta vez, y es que cuando se juntan las mejores cartas detrás y delante de las cámaras, no es cuestión de suerte. Es una pura experiencia cinematográfica.

No os perdáis los títulos de créditos finales. La guinda al pastel.

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